29 de octubre de 2019

¿A qué compararé el  reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete  en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta» (Lucas 13,18- 21)
Una vez intenté trastocar el orden de las cosas y pensé que, si ponía más levadura que harina conseguiría un pan espumoso. Pero mi sorpresa fue que aquello se convirtió en un desastre. Desperdicié tiempo y materiales. La levadura no puede ser masa. Ni al revés.
Cuando escucho a muchas personas lamentarse del tiempo que nos ha tocado vivir, cuando percibo desánimos en las luchas por transformar el mundo, cuando veo que cunde el desaliento entre los discípulos, pienso si no será que queremos renunciar a ser levadura. Que en el fondo nos incomoda tener que ejercer de precursores, de profetas, de testigos.
Esta lectura viene precedida del gesto de Jesús de liberar en Sábado, y en la Sinagoga. Provocador.
Jesús sabe que con determinadas actitudes, nos podemos granjear malos entendidos y enfrentamientos.
La levadura desaparece para no ser más que otra cosa distinta, como la harina. El grano de mostaza es insignificante, pero dará cobijo a todos. El Reino de los cielos está determinado por la insignificancia del que lo construye. También lo modos deben ser humildes.
La tentación de buscar medios que se conviertan en fines es siempre humana y, a veces, antievangélica.
La tentación de convertir la levadura en masa no da resultado.
No sirve ni para hacer pan.
El Reino de Dios tiene vocación universal. En el caben todos. Incluso los pájaros que se llevan la semilla.
(Pedro Barranco)
Julián Escobar.


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