30 de octubre de 2019

«Esforzaos para entrar por  la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y  no podrán»  (Lucas 13,22-30).

” Ser activo. Esforzarse. Efectivamente, ser  cristiano, no supone reposo. ¿Qué puerta? Tú mismo, Señor: «Yo soy  la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará» (Juan 10,9). «De nadie puede decirse que sea puerta;  esta cualidad Cristo se la reservó para sí; el oficio, en cambio, de  pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros;  por ello, Pedro fue pastor y pastores fueron también los otros  apóstoles, y son pastores también todos los buenos obispos» (Santo  Tomás).

El Apocalipsis nos dice que es incontable el número de los que se  salvan: "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar" (Ap 7),  los que han seguido a Cristo "entrarán por las puertas en la Ciudad"  (Ap 22,14). Es de esperar que nosotros estemos bien orientados en el  camino y que lo sigamos con corazón alegre. Para que al final no  tengamos que estar gritando: "Señor, ábrenos", ni oigamos la  negativa "no sé quiénes sois", sino la palabra acogedora: "venid,  benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para  vosotros" (J. Aldazábal).
¿Es Cristo para tí la puerta por la que se entra en el Cielo?
¿Es para ti la Iglesia la prolongación de Cristo en la tierra?
¿Te importa la salvación de los demás?
Julián Escobar.


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