9 de octubre de 2019

«Señor, enséñanos a orar... Él les dijo: «Cuando oréis decid: "Padre,  santificado sea tu nombre, venga tu reino...» (Lucas 11,1-4).
Jesús nos lo recuerda más de 170 veces en  los Evangelios que Dios es nuestro PADRE.
El Padrenuestro del evangelio de Lucas es menos desarrollado  que el de Mateo: contiene dos peticiones referentes a Dios: "santificado sea  tu nombre, venga tu reino" (Mateo añade "hágase tu voluntad") y tres para  nosotros: "danos el pan", "perdona nuestros pecados" y "no nos dejes caer  en la tentación" (Mateo añade "mas líbranos del mal").
La infancia espiritual lleva a las almas a sentir el consuelo de  abandonarse totalmente en este Padre bueno que es Dios: «Yo soy esa hija,  objeto del amor previsor de un Padre que no ha enviado a su Verbo a  rescatar a los justos sino a los pecadores. Él quiere que yo le ame porque  me ha perdonado, no mucho, sino todo. No ha esperado a que yo le ame  mucho, como Santa María Magdalena, sino que ha querido que yo sepa  hasta qué punto Él me ha amado a mí, con un amor de admirable  prevención, para que ahora yo le ame a Él ¡con locura...!» (Sta. Teresa de  Lisieux). 
«Si recorres todas las plegarias de la Santa Escritura, creo que no  encontrarás nada que no se encuentre y contenga en esta oración  dominical. Por eso, hay libertad de decir estas cosas en la oración con unas  u otras palabras, pero no debe haber libertad para decir cosas distintas.  (...) Aquí tienes la explicación, a mi juicio, no sólo de las cualidades que  debe tener tu oración, sino también de lo que debes pedir en ella, todo lo  cual no soy yo quien te lo ha enseñado, sino aquel que se dignó ser maestro  de todos» (S. Agustín). 
Julián Escobar.


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