24 de Diciembre (Lc 1,67-79)

El Canto de Zacarías. «Bendito el Señor Dios de  Israel porque ha visitado y redimido a su pueblo... libres de manos enemigas,  podamos servirle sin temor en santidad»
Beda el Venerable comentaba: "El Señor (...) nos ha visitado como  un médico a los enfermos, porque para sanar la arraigada enfermedad de  nuestra soberbia, nos ha dado el nuevo ejemplo de su humildad; ha  redimido a su pueblo, porque nos ha liberado al precio de su sangre a  nosotros, que nos habíamos convertido en siervos del pecado y en esclavos  del antiguo enemigo. (...) Cristo nos ha encontrado mientras yacíamos "en  tinieblas y sombras de muerte", es decir, oprimidos por la larga ceguera del  pecado y de la ignorancia (...)
Toma, Señor, y recibe, toda mi libertad, mi memoria,
mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer.
Tú me lo diste, a ti, Señor lo devuelvo.
Todo es tuyo. Dispón de mí según tu voluntad.
Dame tu amor y gracia que ésta me basta. Amén.

Dios empieza a habitar en ti cuando tú empiezas a amarle a él. Ama, pues, cada vez más a tu habitador para que, habitando en ti más perfectamente, Él te lleve a la plenitud de la perfección (San Agustín).
“Día tras día, mi Señor,
te voy a pedir tres cosas;
verte más claramente,
amarte más tiernamente
y seguirte más fielmente.
Día tras día, mi Señor” (Stephen Scwartz)
Julián Escobar.


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