I Domingo de Adviento, Ciclo A (Mateo 24,37-44)

«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro  Señor.  porque a la  hora que menos penséis viene...» .
Para recibir a una persona muy querida, disponemos la casa,  cuidamos la limpieza y el arreglo:  Lo primero en la vida  espiritual, hay que aprovechar este tiempo de preparación para disponerlo  todo y responder así al amor divino manifestado en la venida del Señor, sabiendo que Dios nos ama como somos,  como decía San Josemaría Escrivá: “Hemos de adquirir la medida divina de  las cosas, no perdiendo nunca el punto de mira sobrenatural, y contando  con que Jesús se vale también de nuestras miserias, para que resplandezca  su gloria. Por eso, cuando sintáis el amor  propio, el cansancio, el desánimo, el peso de las pasiones,  escuchad al Maestro; porque, mientras vivamos, nos acompañarán siempre las debilidades personales” (Amigos de Dios, 194).
Alejandro Magno no es un santo del calendario, pero sí es uno de esos iconos de la historia de la humanidad al que se le atribuyen grandes hazañas militares. Conquistó Grecia, Persia, Egipto y llegó hasta la India. Quiso conquistar el mundo entero. Un día vistió su armadura y empezó a repartir todas sus riquezas entre sus amigos y sus generales y uno de éstos le preguntó: ¿y tú con qué te quedas?
Yo sólo me quedo con la esperanza, fue su respuesta.
  “Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama”.  (Efe 1, 17-23)
Julián Escobar.


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