I Semana de Adviento Lunes (Mateo 8,5-11).

" Pero el centurión le replicó: "Señor, no soy quien para que  entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado  quedará sano”

‘Señor, no soy digno de  que entres en mi casa, pero mándalo con tu palabra y será sano mi  siervo’…” En cada Misa repetimos esas palabras  antes de comulgar. Y es un gran momento para renovar  nuestra fe, y pedir al Señor la  curación de nuestra alma. Pedirle que participemos de la alegría  de Jesús, porque “Un santo triste es un triste santo” y un cristianos triste es un triste cristiano. El cristiano que vive la alegría de Cristo la comunicará a la Comunidad cristiana y humana. Dice de Lubac, siguiendo la teología  de los Padres: “la salvación ha sido considerada siempre como una realidad  comunitaria”, como vemos en el Centurión, que se ocupa de su siervo,  como vemos en la lectura de Isaias que habla de una «ciudad» (Sión,  Jerusalén) “y, por tanto, de una salvación comunitaria”.

El jefe de una tribu estaba a punto de morir y llamó a tres de sus hijos y les dijo: Tengo que elegir a mi sucesor. Subid a la montaña santa y traed el objeto más precioso que encontréis.
El primero trajo un bol de oro.
El segundo trajo una gema preciosa.
El tercero vino con las manos vacías y dijo: Cuando llegué a la cima de la montaña, vi al otro lado un hermoso paisaje al que la gente podría ir para una vida mejor,
El jefe le dijo: Tú me sucederás. Tú has traído el regalo más precioso de todos: la visión de un mañana mejor.
¡Es lo que nos trae Cristo!
Julián Escobar.


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