I Semana de Adviento Martes (Lucas 10,21-24).

«¡Dichosos los ojos que ven lo que  vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon  ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo  oyeron»”
La alegría profunda de la Navidad ¿quién la experimentará mejor? Los humildes, los que  saben apreciar el amor que Dios y los que valoran las pequeñas cosas, como los pastores, una familia pobre que da gracias a Dios por lo que poseen… En  Adviento tenemos que vivir la alegría que el Señor, que trae con su  venida. Si tú no vives esa alegría estás oscureciendo algo de la alegría divina En en cada  Eucaristía te tenemos que mirar hacia el futuro: «mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo».
Un orador de la antigüedad, tuvo que hacer un discurso referente a Felipe de Macedonia; pero no alabó las cualidades de gobierno, ni las dotes guerreras de Felipe, sino que, con voz emocionada, dijo estas palabras: «Basta decir de ti, Felipe, que has sido el padre de Alejandro Magno» También nosotros podríamos hablar largamente de la Virgen María, de la hermosura de su alma, de sus virtudes, de su amor a Dios, de su prontitud a servir y ayudar a los que la invocan...; pero la ensalzamos del modo más digno diciendo: «Basta decir de Ti, Virgen Santa, que fuiste la Madre de Jesús, nuestro Salvador»
El que mire a María siente que su vista reposa en Cristo: el que se dirige a María sube hasta Cristo. No adoramos a María, no adoramos más que a Dios: a ella le suplicamos. «Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra muerte.»
Julián Escobar.


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