II Semana de Adviento Martes (Mt 18,12-14)

Jesús dijo a sus discípulos: «Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada?
Si se pierde una oveja, es un pequeño drama. Otros animales son capaces de encontrar la manada, pero una oveja sola está perdida. La parábola expresa en la teología dogmática: sin la gracia de Dios el hombre no es capaz de encontrar el camino adecuado. San Agustín lo había aprendido en su propia carne y por eso se oponía vigorosamente a los pelagianos, para los cuales es suficiente tener una fuerte voluntad para convertirse. Pero, ¿qué les decimos a los que no tienen fuerza de voluntad suficiente para cambiar? Ningún pecador puede convertirse por sí solo. Debe orar para que Jesús lo tome sobre sus hombros, para que la gracia le conduzca. Después debe colaborar con ella según sus propias fuerzas. Entonces su voluntad será fortalecida y podrá hacer milagros.
Nunca es tan grande el hombre como cuando arrodillado pide perdón. Reconocer que somos pecadores para poder acoger el perdón, como el publicano y no como el fariseo, es algo muy bonito, que lleva a una sana comprensión o aceptación de uno mismo que lleva a no escandalizarse (cf. Mt 18, 6) y por eso también ser más comprensivos con los demás.
Cerca de Nazaret, la humilde aldea en que tantos años pasaron Jesús y la Virgen María, hay una fuente; los habitantes del pueblo la llaman «Ain Marjam»: «Fuente de María»; y la tradición popular afirma que María sacaba el agua en aquella fuente. ¿Eres tú fuente del Evangelio para los demás, como María es para tí?
Julián Escobar.


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