26 de febrero de 2020. Miércoles de ceniza.

Evangelio (Mt 6,1-6.16-18) 
Hoy iniciamos la Cuaresma: «He aquí el día de la salvación» (2Cor 6,2). Con la imposición de la ceniza acompañada por una de estas dos fórmulas. La antigua: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás» o la del Concilio: «Conviértete y cree en el Evangelio». Las dos nos invitación a ver nuestra vida con sinceridad. El papa san Clemente I nos recuerda que «el Señor quiere que todos los que ama se conviertan». En el Evangelio, Jesús pide practicar la limosna, el ayuno y la oración alejados de toda hipocresía: «No lo vayas trompeteando por delante» (Mt 6,2).
Los hipócritas se caracterizan por la falsedad de su corazón. Pero, Jesús advierte hoy que todo cuanto hagamos brote del corazón. La limosna, el ayuno y la oración en un coloquio íntimo con Dios

Decía san Agustín, que Dios es el Dios del amor y de la felicidad. Él es el Dios feliz que nos hace felices. Y en el libro de las Confesiones nos dice por experiencia propia: Nos hiciste, Señor, para Ti y nuestro corazón está insatisfecho hasta que descansa en Ti (Conf 1,1). Por lo cual, está claro que, cuanto más santos seamos y más llenos estemos de su amor, seremos también más felices, porque el amor de Dios es lo único que nos puede dar la verdadera felicidad. La Escritura nos habla constantemente del deseo de Dios de hacernos felices y de cómo nos trata con amor de Padre.
El cielo es la felicidad colmada, la plenitud del amor. San Agustín dice que allí descansaremos, contemplaremos y alabaremos: éste será el fin que no tiene fin.

Ayunar de palabras hirientes y hablar con palabras de cariño.
Julián Escobar.


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