23 de marzo de 2020

Evangelio (Jn 4,43-54): 
Jesús partió de Samaría para Galilea. 
Hoy encontramos a Jesús en Caná de Galilea, donde había realizado el conocido milagro de la conversión del agua en vino. Ahora, en esta ocasión, hace un nuevo milagro: la curación del hijo de un funcionario real. Llama la atención que este nuevo milagro Jesús actúa a distancia, sin moverse de Caná: «Le dice el funcionario: ‘Señor, baja antes que se muera mi hijo’. Jesús le dice: ‘Vete, que tu hijo vive’» (Jn 4,49.50). Esto nos recuerda a todos nosotros que podemos hacer mucho bien a distancia. Así, por ejemplo, ayudamos al Tercer Mundo colaborando económicamente con nuestros misioneros. Ayudamos a los pobres de barrios a través de Cáritas.  Muchas veces nos excusamos de hacer el bien porque no tenemos posibilidades de hacernos físicamente presentes en los lugares en los que hay necesidades urgentes. Jesús no se excusó porque no estaba en Cafarnaúm, sino que obró el milagro. La  generosidad sale del corazón y traspasa todas las fronteras. Como diría san Agustín: «Quien tiene caridad en su corazón, siempre encuentra alguna cosa para dar».
La oración de Jesús interior y constante es la invocación continua e ininterrumpida del nombre de Jesús con los labios, el corazón y la inteligencia, en el sentimiento de su presencia, en todo lugar y en todo tiempo, aun durante el sueño. (del Peregrino ruso)
Piensa que el día que pasas sin amar
 es un día inútil.
Julián Escobar.


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