7 de marzo de 2020

Evangelio (Mt 5,43-48) 
Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan. 
Amar es querer el bien del otro. No amamos para buscar nuestro bien, sino por el bien del amado. El ser humano, afirmó el Concilio Vaticano II, «no puede encontrar su plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás».  El amor es la vocación humana. Como ha escrito Juan Pablo II, «el hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente».
El amor tiene su fundamento y su plenitud en el amor de Dios en Cristo.  (Concilio Vaticano II): ésta es la razón más alta de su dignidad. El amor humano debe, ser custodiado por el Amor divino, que es su fuente, en él encuentra su modelo y lo lleva a plenitud. El amor, cuando es verdaderamente humano, ama con el corazón de Dios y abraza incluso a los enemigos. «Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).
Un príncipe, que llevaba mala conducta y se llamaba Bonifacio, entró en un templo dedicado al Santo. ¿Cómo me atrevo a llamarme como tú? ¿No significa acaso nuestro nombre hacer el bien?... San Jerónimo escribiendo a una Susana le dice: Si eres Susana ¿por que no imitas su pureza? (D. Apolinar Serrano.)
Ayunar de quejas y disfrutar de las cosas sencillas.
Julián Escobar.


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