Homilía Domingo 4 Cuaresma.

Jn 9, 1-41
El ciego dijo: “Creo, Señor”. Y se postró ante Jesús. 
¿Creen los cristianos en Aquel que dicen creer?
El cristiano que cree con firmeza va creciendo en su fe hasta descubrir y ver en Jesucristo a Dios mismo que lo llama con amor.
Dios rechazó al rey Saúl y le dice a profeta Samuel que “ha escogido a otro rey según su corazón”. ¡Ser cristianos “según el corazón de Dios”!
Y es que Dios no tiene para nada en cuenta las apariencias, sino que mira el corazón.
Fíjate. Los enemigos de Cristo ven en Cristo un pecador, pero el ciego les dice: “Si éste no viniera de Dios, no hubiera tenido poder para curarme a mí, ciego de nacimiento”. El ciego no sólo recobró la vista en los ojos de la cara, sino también en los ojos de la fe.
Este ciego encontró la vista, encontró la liberación. Antes era ciego y temía a los poderosos. Ahora ha recobrado la vista y con valentía se enfrenta a los que acusan a Jesús de ser pecador. ¿Nos sentimos nosotros identificados con este ciego? 
¡No podemos ser ciegos y cobardes ante las injusticias de este mundo egoísta!
En el Bautismo, Dios abre nuestros ojos y nos otorga la gracia santificante. Un Sacramento es un signo visible de una realidad invisible. Es un encuentro con Jesús que quiere curar todas nuestras cegueras.
¿De qué sirve venir a comulgar si nuestra conciencia no ha descubierto que, en la hostia consagrada, allí, en el sabor de trigo se esconde la presencia infinita de Jesucristo?
En el Bautismo se nos perdona el pecado original y también se nos incorpora como miembros vivos de Cristo que forman el Nuevo Pueblo de Dios que es la Iglesia.
Cristo dio luz a los ojos del ciego. ¿Le pedimos nosotros que nos dé luz para ver la belleza de su amor, para descubrir la belleza de fe, esperanza y caridad que habitan en nuestros prójimos?
¡Quien no se deja amar por Dios, se dejará esclavizar por el Diablo, príncipe de la oscuridad!
Confesión de un pastor protestante
"Yo creía como buen protestante, que la Iglesia era una pantalla que me estorbaba en mis relaciones con Cristo, y por eso rechazaba a la Iglesia con su institución del Papa, de sacramentos. Todo eso me parecía algo falso. Pero ahora, comprendo que la Iglesia, los sacramentos, son precisamente los instrumentos de Cristo para darme su verdad y su gracia, comprendo la necesidad de la Iglesia y por eso me he hecho católico para poder contar con esos sacramentos de la Iglesia y saber que en cada sacramento de la Iglesia es la mano de Cristo". Es la mano de Cristo, la del confesor que en el confesionario me dice, haciendo una cruz: "Yo te absuelvo de tus pecados"; la mano del obispo, que imponiéndose sobre el joven hace descender en la confirmación, la fuerza del Espíritu Santo; la mano del sacerdote que unge al moribundo, es la mano de Cristo que está ungiendo para el viaje eterno a aquel peregrino de la eternidad que ya sale de esta historia. ¿Qué es cada sacramento?: una acción de Cristo sobre mi propia vida.
Julián Escobar.

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