1 de abril de 2020

Evangelio (Jn 8,31-42)
Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.
¡Qué importante es referir nuestra vida siempre al Evangelio! Preguntémonos: ¿qué haría Jesús en esta situación que debo afrontar? ¿Cómo trataría a esta persona que me cuesta especialmente? ¿Cuál sería su reacción ante esta circunstancia? El cristiano debe ser —según san Pablo— “otro Cristo”: «Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20). El reflejo del Señor en nuestra vida de cada día, ¿cómo es? ¿Soy su espejo? Decir la verdad no siempre es fácil. ¿Cuántas veces se nos escapan pequeñas mentiras, disimulamos, nos “hacemos los sordos”? A Dios no le podemos engañar. Él nos ve, nos contempla, nos ama y nos sigue en el día a día.  El pecado nos esclaviza. ¿Cómo se concreta nuestro afán diario por conocer al Maestro? ¿Con qué devoción leemos el Evangelio, por poco que sea el tiempo de que dispongamos? ¿Qué poso deja en mi vida, en mi día? ¿Se podría decir, viéndome, que leo la vida de Cristo?

A veces no nos sentimos como quisiéramos sentirnos.
A veces no logramos lo que quisiéramos lograr.
A veces las cosas que suceden no tienen sentido.
A veces la vida nos lleva  fuera de nuestro control.
En esos momentos, sobre todo, necesitamos a alguien
que nos entienda y nos de poyo. ¿Has pensado en Jesús?

Piensa que las cosas que Dios te da son para que las compartas con los demás. ¡Lo que no se da, se pierde!
Julián Escobar.


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