29 de abril de 2020 Miércoles III de Pascua

Evangelio (Jn 6,35-40
Jesús dijo a la gente: «Yo  soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no  tendrá nunca sed. 

Hoy vemos cuánto le preocupan a Dios nuestro hambre y nuestra sed. ¿Cómo  podríamos continuar pensando que Dios es indiferente ante nuestros sufrimientos?  Más aún, demasiado frecuentemente "rehusamos creer" en el amor tierno que Dios  tiene por cada uno de nosotros. Escondiéndose a Sí mismo en la Eucaristía, Dios  muestra la increíble distancia que Él está dispuesto a recorrer para saciar nuestra  sed y nuestro hambre.

El Papa Francisco, el entonces Cardenal  Bergoglio, en una homilía del Corpus Christi, dijo: «Así como es lindo después de  comulgar, pensar nuestra vida como una Misa prolongada en la que llevamos el  fruto de la presencia del Señor al mundo de la familia, del barrio, del estudio y del  trabajo, así también nos hace bien pensar nuestra vida cotidiana como preparación  para la Eucaristía, en la que el Señor toma todo lo nuestro y lo ofrece al Padre».

La cruz no es para que la lleves al cuello, 
ni tenerla colgada en la pared, 
es para vivirla con amor.
Julián Escobar.


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