2 de mayo de 2020

Sábado III de Pascua 
Texto del Evangelio (Jn 6,60-69
En aquel tiempo, muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?». Jesús sabía  desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a  entregar.

La Eucaristía es el gran encuentro permanente de Dios con  los hombres, donde el Señor se entrega como "carne" para que —en Él— nos  convirtamos en "espíritu". La Eucaristía debe ser para nosotros un paso a través de la Cruz y una anticipación  de la nueva vida en Dios y con Dios. San Pablo: «El primer hombre,  Adán, se convirtió en ser vivo. El último Adán, en espíritu que da vida» (1Cor  15,45). 

Tú dices: ¡el infierno no puede ser eterno! Pero entonces ¿qué sentido puede tener el sacrificio de Cristo, su muerte redentoras obre la cruz? Si el infierno no es eterno, sacrificó sin motivo a su Hijo Unigénito, murieron sin motivo los mártires, se derramó en vano el sudor de los apóstoles y misioneros, que hicieron todo lo posible para salvar de la condenación eterna a los que van errando en las sombras del paganismo. Carecen de sentido las palabras: “Si tu mano o tu pie te escandaliza, córtalo y arrójalo lejos de ti. Más te vale entrar cojo o manco en la vida eterna, que con las dos manos o los dos pies ser arrojado al fuego eterno. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo y arrójalo fuera de ti; más te vale entrar tuerto en la vida eterna que tener dos ojos y ser arrojado al fuego del infierno” (Mateo 18,8-9).
¿Vas dando muerte a las murmuraciones?
Julián Escobar.


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