26 de septiembre de 2020

Las primeras palabras de cada mañana deberían ser:

Señor, no se haga mi voluntad, sino la tuya” y las últimas del día: ¿“Señor, he hecho tu voluntad o la mía” o la voluntad cerril de algún pseudoamigo, o la que en cada momento me pedían mis instintos? Aunque el que más se opone a hacer la voluntad de Dios es uno mismo. Durante la guerra mundial se decía: “La fuerza a sus manías y caprichos. ¡Hágales la guerra! Sino ellos le vencerán y… ¿quién podrá convivir con usted?

Julián Escobar.


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