7 de septiembre de 2020

Hubo un tiempo en el que aún no existía el hombre; y, sin embargo, ya existía, ya vivía Dios. Hubo un tiempo en el que no volaban pájaros por el aire ni nadaban peces en el agua; mas Dios existía, vivía. Hubo un tiempo en el que no murmuraba aún el arroyuelo, ni florecía la pradera, ni se levantaba el sol, ni brillaban las estrellas, ni corría una gota de agua, ni había una sola arenilla; pero Dios existía, vivía…

Para Él mil años son como un día. En Él no hay siquiera sombra de cambio. Todo se gasta, como el vestido; pero Él no sufre mengua.

Y considéralo: tu alma se asemeja en cierta manera a este Dios majestuoso; viene a ser en algún modo su imagen. ¿Cómo la tratas?

Julián Escobar.


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