14 de diciembre de 2020

El Saber Dañino

A veces el saber demasiado nos hace daño.

Han dicho que la luna de los poetas ha pasado a ser el campo de aterrizaje de los astronautas.

Cuando las cosas pierden el misterio desaparece la emoción. Los Reyes Magos dejan de llegar en camello. El rayo es la electricidad y las olas del mar son ecuaciones diferenciales. Mi profesor de espiritualidad criticaba a Tomás de Kempis por haber escrito en su famoso libro “prefiero sentir la contrición a saber definirla”, y él la definía en latín con exactitud mecánica. No sé si la sentía.

No es que no haya que estudiar y sacar títulos.

Todo eso está muy bien y todos lo hacemos y a todos puede ayudarnos. De lo que se trata es de no perder la inocencia. Los ojos grandes, los oídos abiertos, la sensibilidad a flor de piel.

Saber todo lo que sabemos, y archivarlo discretamente al exponernos a la experiencia directa.

Ser sabios con mirada de niños.

Yo creo que quienes menos disfrutan en los conciertos con los críticos de música. Algo pierde una sinfonía cuando se sigue con el lápiz en la mano. Y algo perdemos todos cuando nos convertimos en críticos de espiritualidades, devociones, declaraciones. “Si no os hacéis como niños...”

Carlos G. Vallés. Vida Nueva nº 2151 del 5/9/98

Julián Escobar.


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