Banquete de Simón el leproso

En Betania hay corazones en los que el Nazareno halla calor para el suyo. Jesús es lo suficientemente entero para no buscar consuelos humanos, pero también es lo convenientemente humano para no rehuir el afecto y la gratitud de sus amigos. Le esperan y seis días antes de la Pascua (precisa Juan, rectificando a Mateo, XVI, 2, y a Marcos, XIV, 1), se presenta en la mansión de los hermanos Lázaro, Marta y María.

Simón el leproso debe figurar entre los curados por el Hijo del hombre. Las relaciones de amistad entre Simón y los tres hermanos se estrechan y acrecientan con el común reconocimiento al Cristo, al Mesías, al Hijo de Dios. Quiere que esta vez obsequio y gasto corran de su cuenta. No se va a quedar él por detrás del publicano Zaqueo. La cena que le dispone en su casa es todo un banquete. Puesto el sol, la atención de la aldea de Betania gira en este anochecer del primer sábado de abril del año 30, en torno al invitado de Simón el leproso.

Lázaro es uno de los comensales y está sentado cerca de Jesús. Su hermana Marta sirve. En esta ocasión no se encuentra sola. Ayudan también otras mujeres. No ve entre ellas a su hermana María pero nada le reprocha internamente. Jesús le ha enseñado a no menospreciar su aparente inactividad. Si a todos gusta ser escuchados, no menos gusta al que proclamándose Hijo de Dios baja a la tierra para conversar con los hijos de los hombres. La inactividad, además, ha resultado activísima. Lázaro, después de haber muerto, vive. Fue la atención de María a la palabra del Hijo ,del hombre, quien ganó su voluntad.

Nadie que como la hermana de Marta aprecie y valore el tesoro que la aldea de Betania encierra esta noche. Nadie que como ella experimente la gratitud debida a este huésped excepcional. Ella ha reconocido pronto el don de Dios. Y con mayor facilidad que la de Sicar (§ 61), ha intuido el agua que puede saciar la sed del Nazareno. Un banquete le parece escasa y vulgar atención para obsequiarle. ¿Cómo honrarle de manera menos indigna de Él?

María, hermana de Lázaro, unge a Jesús

Toma una libra de nardo legítimo de gran precio. Un fino vaso de alabastro contiene las doce onzas, unos 330 gramos. Se acerca por detrás hasta la parte del triclinio en que está reclinado el Maestro. Procurando no interrumpir la atención de los comensales, unge, primero, los pies de Jesús, y luego, como Él calla, utiliza su cabellera para enjugarlos.

Pronto el olor del perfume embarga el ambiente de la sala. Con la expansión del aroma disminuye el rumor de las conversaciones. Se sigue un silencio de admiración. María entonces, quiebra el cuello del alabastro y, extendiendo sus brazos, derrama el perfume sobre la cabeza misma del Salvador hasta agotar el contenido.

Es Marcos quien escribe que quebró el alabastro. Al igual que Mateo, no da el nombre de la mujer y coincide con él en el derramamiento sobre la cabeza. El cuarto evangelista, en cambio, es el único que dice ungió los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La diferencia resulta notable porque en esta narración, común a los tres, Marcos precisa a Mateo (el perfume es puro de nardo y su valor de más de trescientos denarios, UNOS 1.500 EUROS?) y Juan enriquece y rectifica incluso, a Mateo y a Marcos. Les rectifica en la fecha del episodio —días que faltaban para la Pascua— y les enriquece con referencias directas a los tres hermanos y detalles tan significativos como que la casa se llenó del olor del perfume.

Judas maniobra y el Maestro le sale al paso

Judas no ha debido percibir la fragancia. Careció de sensibilidad para la promesa del pan del cielo y carece de ella para el perfume de la gratitud humana al Hijo del hombre. No advierte que María ha ungido al Sacerdote para siempre. Por su mano la humanidad pecadora declara la mesianidad que las autoridades religiosas de la tierra no han reconocido en el Hijo de Dios. Por ello es más valerosa que Ester (Est., y-VIII), tan inspirada como Samuel (1 Sam., XVI), y de no menor resolución que Judit (Jdt., VIII-XII). Mas en las valoraciones del Iscariote las monedas se llevan las preferencias. Pronto hace que los apóstoles cercanos a él, consientan en una humanitaria preocupación suya:

Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres? (Jn., XII, 5).

Lo que menos le importa es el pedazo de pan que con los trescientos denarios se habría podido proporcionar a 7.500 personas. Finge una preocupación por los pobres de la que carece. El evangelista Juan revela el móvil real de sus sugerencias: Era ladrón y como guardaba la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella.

Discípulos menos avisados y calculadores hacen eco al murmurador. Hablan entre ellos, indignados contra la hermana de Lázaro:

A qué viene este despilfarro del perfume? (Mc., XIV, 4).

El Maestro les sale abiertamente al paso:

Dejadla. ¿Por qué la molestáis? Ha hecho una obra buena conmigo. Porque pobres tendréis siempre con vosotros y podréis hacerles bien cuando queráis, pero a mí no me tendréis siempre. Lo que tuvo en su mano, hizo: Se anticipó a ungir mi cuerpo para la sepultura. Yo os aseguro, dondequiera que se proclame la Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho, para memoria suya (Lc., XIV, 6-9).

Por segunda vez detiene los efectos de una maniobra de Judas. En la primera aludió a sus maquinaciones tras una pregunta (§ 185). Se vale ahora de una reprensión. ¿La dirige indirecta o directamente a Judas? La primera parte de la misma respuesta en Juan y su posible sentido irónico, permiten admitirlo:

Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura (Jn., XII, 7).

Como quien dice: Consiente en que me honre ahora. En cualquier caso, Jesús,

a) rechaza de plano la murmuración de varios de sus propios discípulos;

b) defiende la libertad de la hermana de Lázaro e impone el respeto a la iniciativa;

    c).admite el empleo de los bienes materiales para honrarle a Él directa, personal e inmediatamente, en igual grado que a Dios en las personas de los pobres;

    d).recuerda implícitamente la proximidad de su muerte y el cumplimiento de las predicciones que viene haciendo;

    e).alaba públicamente la intención y la acción misma de María;

    f). profetiza la gloria que se le ha de seguir por esta muestra de gratitud en vida del Señor.

Poco piensa en su honra humana el que así honra a los que le honran. Mas si es de notar esta conducta no ha de serlo menos esta otra: No se inhibe en la hora de defender a los suyos ante los suyos. El crédito de su Iglesia está integrado por el de todos y cada uno de sus integrantes. Consentir en que se les quite por causa de unas miras miopes, parciales, egoístas, envidiosas o interesadas, sería contribuir directamente a disminuir y anular la obra espiritual y sobrenatural de la propia Iglesia. El Maestro no pasa por ahí. Aunque el traidor, de rechazo, se ratifique en sus propósitos.

Los del Sanedrín se exasperan

Al punto se extiende por Jerusalén la noticia de la presencia del Nazareno en Betania. La han traído los peregrinos que se adelantaron desde Jericó. Son innumerables las muchedumbres que concurren a esta Pascua del año 30, quizá la más concurrida en la historia de Israel y de su Templo. Les interesa conocer al Profeta de Galilea. Durante los días precedentes le han buscado en vano y en el recinto sagrado se han interrogado una y otra vez:

Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? (Jn., XI, 56).

Bastantes, gran número de judíos, no soportan más la espera. En riada y durante la noche y en particular al amanecer del primer día de la semana, inundan el poblado de Betania, a menos de tres kilómetros de Jerusalén. Todo su afán es ver no sólo a Jesús sino también a Lázaro, el resucitado de entre los muertos.

La luz es tan potente que vence a las tinieblas y las disipa. Los hechos del Nazareno son tan notorios y portentosos que toda oposición argumental está herida de muerte. Asertos inverosímiles e inimaginados para un judío han sido escuchados de sus labios: Que es el Mesías y que el Mesías es el Hijo de Dios y Dios como el Padre y el Espíritu. Que el Cuerpo y la Sangre de este hombre-Dios han de servir de comida y de bebida para vivir su propia vida sobrenatural, divina, eterna. Que la Ley deberá ser cumplida con el espíritu de verdad que Él trae, enseña y da. Pero los peregrinos de Jerusalén no concurren a Betania para inquirir sobre ello y menos para refutarlo. Los peregrinos de la Ciudad Santa dejan el templo de piedra por dar con el Templo Vivo de Dios. Lázaro sirve de foco para que se aprecie mejor el resplandor de la gloria del Padre. Precisamente por causa de Lázaro muchos judíos se apartan de los sumos sacerdotes y dan crédito, creen a Jesús.

Los principales del Sanedrín, los que dominan la situación, se exasperan y pierden el dominio de sí. A la determinación de hacer prender a Jesús para que muera por la nación (Jn., XI, 51, 57), suman la de matar también a Lázaro. Suprimiéndole de entre los vivos pretenden desterrar la comprobación y el recuerdo de uno de tantos hechos históricos contra el que poco o nada valen todas sus objeciones.

Basado en Jesús, Escándalo de los Hombres, de S. J. Manzano Martín) Julián Escobar.


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