¡Cuida tus palabras!
Decía san Basilio que todo discurso que no ayuda a ser mejor es inútil. Hay padres que “aporrean” a propios y extraños, y más a sus hijos, con toneladas de reprimendas y consejos que no valen nada. ¿Por qué? Porque cualquier palabra, consejo o discurso que humilla, no cura sino que hiere.
Las palabras que dirigimos a los demás deben ser bálsamo que hagan reflexionar y no exasperar. Si a un niño que se le ha roto un juguete en vez de decirle que le vamos ayudar a arreglarlo, le reprendemos, estamos aumentando su dolor de pérdida.
- ¿Antes de hablar piensa lo que va a decir?
- ¿Consuelan o entristecen sus palabras?
Palabras limpias y abiertas a los demás; corazón comprensible a los que sufren; aguante ante las palabras y actos desagradables, pero quiero valentía para exigirme más amor y entrega a Dios y a los que me rodean.
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