11 de marzo de 2023 Sin unidad, hay ruptura
Aparte de las diferencias dogmáticas, tanto las Iglesias orientales antiguas como las Griegas carecen de la unidad doctrinal, porque para esto se precisa un magisterio infalible que tenga derecho a definir y resolver las diferentes cuestiones teológicas. Como estas iglesias estiman que el magisterio infalible reside únicamente en los Concilios Ecuménicos, de los cuales, el último aceptado por ellos tuvo lugar el año 787, resulta que entre ellos el ejercicio del magisterio infalible no se ha ejercido desde hace más de 1.200 años, y no parece que se vuelva a ejercitar por cuestiones de rivalidad política y de raza. Además, carecen de la unidad de gobierno, pues las antiguas iglesias están divididas en cinco confesiones y las ortodoxas en dieciséis, todas independientes entre sí. Tampoco son formalmente apostólicas, pues, aunque en alguna de ellas -las Iglesias de Antioquía, Jerusalén y Alejandría- conservasen sus obispos la sucesión material y continua desde los tiempos apostólicos, no es sucesión legítima, pues les faltan las notas de unidad y catolicidad.
«Estaba yo jugando en la plaza con mis, compañeros y en la recámara real se daba sentencia de muerte contra mí. Al oír esto el hijo unigénito del rey, se quita la corona de la cabeza y desnudo de sus vestiduras reales, sale vestido de saco, los pies descalzos y la cabeza cubierta de ceniza, llorando y lamentando, porque habían condenado a muerte a su siervo. Al verle yo salir de esta manera, sabiendo que va a morir por mí, ¿qué debo hacer? ¿volverme al juego y negarme a acompañarle llorando junto a él?» (San Bernardo)
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