14 de marzo de 2023 ¡Perdonar siempre!
Las
Iglesias protestantes carecen de las notas de la unidad, tanto doctrinal -pues
al ser el libre examen la regla de fe, cada iglesia, incluso cada persona,
tiene sus dogmas- como jerárquica, además de negar el Primado del Papa, no
están de acuerdo ni en el número de sacramentos, ni en el culto.
La
búsqueda de la perfección cristiana la consideran inútil, pues, se haga lo que
se haga -dicen-, es Dios quien salva a quien quiere.
San Juan
de Brebeuf, S. J., mártir de los iroqueses en el Canadá, doce años antes de
morir había firmado con su sangre este ofrecimiento: «¡Señor Jesús, Redentor
mío! Tú me has rescatado con tu sangre y con tu muerte’ preciosísima. En
cambio, yo te prometo servirte a Ti y solamente a Ti toda mi vida en la
Compañía de Jesús. Lo que firmo con mi propia mano y con mi sangre, dispuesto a
sacrificarlo todo, con el mismo amor con que te sacrifico estas gotas». Y murió
con terrible martirio. Le arrancaron las uñas y ensangrentaron todo el cuerpo.
Le quemaron; le hundían en sus carnes leznas rusientes, y le aplicaban tizones
encendidos a las partes más sensibles y delicadas. Le cortaban pedazos de carne
de sus brazos y muslos y se los comían en su presencia. Le cortaban los labios,
la lengua y la nariz; y le rompieron los dientes. Le llenaron la boca y la
garganta de brasas encendidas. Un hurón le echó tres veces agua hirviendo sobre
la cabeza y espaldas diciendo: «Te bautizamos para que puedas ser feliz en el
cielo, porque sin un bautismo no te puedes salvar». Otro le decía: «Siempre has
enseñado que es cosa buena sufrir. Danos gracias, pues, ya que te ayudamos a
embellecer tu corona». Y le echó un collar de hachas ardientes, que penetraron
silbando en las carnes del mártir. Después de tres horas de agonía, murió, al
fin de un hachazo en la cabeza.
Comentarios