30 de marzo de 2023 Jueves 5º ¡Nuestro Buen Padre Dios!

Juan 8, 51-59 Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró». Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?» Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy». Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo.

San Justino, en el siglo II, advertía al César Augusto Antonino Pío y al Senado que era una injusticia condenar a los cristianos por el solo hecho de serlo, sin que hubieran cometido algún delito deplorable:

«Si ni por nuestro nombre ni por nuestra conducta se ve que hayamos delinquido, deber vuestro es poner todo empeño para no haceros responsables de castigo, condenando con injusticia a quienes no han sido vencidos judicialmente (...). Porque se nos acusa de ser cristianos, que es decir buenos; más odiar lo bueno no es cosa justa» (San Justino, Apología, 1, 4). Y cuenta el caso de un hombre libertino cuya mujer, al hacerse cristiana, cambió de vida, y al no poder nada contra ella denunció airado a Ptolomeo, maestro de su mujer en las enseñanzas de Cristo, y cómo el juez Urbico condenó a Ptolomeo a horribles tormentos sólo por el hecho de ser cristiano. Visto lo cual, por un tal Lucio, se lo echó en cara, y cómo Urbico, al saber que Lucio era cristiano también, le envió al mismo suplicio (cfr. Apología, II, 2). Por eso, San Justino advierte al Emperador y al Senado: «ya en adelante, instruidos como estáis, no tendréis excusa alguna delante de Dios, caso que no obréis justamente» (Apología, 1, 3).

Julián Escobar.


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