4 de marzo de 2023
* Un lector asiduo de las crónicas escandalosas que atacan a la Iglesia murmuraba constantemente de los católicos. Su vecino, que ya estaba harto de sus comentarios, le llevó un día a su jardín, donde había un manzano, y le enseñó la fruta caída que había en el suelo.
-¿Ves estas manzanas? ¿Por qué han caído?
- Porque estaban estropeadas.
-Pues bien; si debajo de mi árbol hay algunas frutas malas, ¿crees tú que también han de serlo las otras y que el manzano no vale nada? Créeme, amigo, en toda sociedad puede haber miembros malos. La Iglesia es la sociedad más grandiosa que hay en el mundo, es un árbol maravilloso. Pero no hay que juzgarla por los frutos caídos, sino por los que quedan en Ella.
«¡La cruz del Salvador!, he aquí lo que no han podido comprender ni los judíos ni los gentiles, ni los que aguardaban al Mesías hacía siglos, ni, aquellos a quienes no había sido anunciado, de una manera tan clara. Un Dios hecho hombre, doliente y moribundo, era obra maestra del amor eterno; no ha encontrado contradictores más que en todos aquellos que no han querido humillar su orgullo, ni sacrificar sus sentidos. Han excavado su razón para encontrar allí resortes contra el amor crucificado. Ellos que hablan de continuo de la abnegación y del sacrificio de sí mismos, que honran al soldado que muere por su país y al filósofo que prefiere sus ideas a su vida, han dicho a Dios: Vos no debíais, no podíais morir por la humanidad». (Lacordaire)
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