2 de abril de 2024

La alegría de la resurrección. El Señor ha resucitado de entre los muertos, como lo había dicho, alegrémonos y regocijémonos todos, porque reina para siempre. ¡Aleluya!

Se suprimen en este tiempo, estos días de la Octava, los ayunos y otras mortificaciones corporales, como símbolo de esta alegría del alma y del cuerpo. “Estar alegres es una forma de dar gracias a Dios por los innumerables dones que nos hace.

Con nuestra alegría hacemos mucho bien a nuestro alrededor, pues esa alegría lleva a los demás a Dios. Dar alegría será con frecuencia la mejor muestra de caridad para quienes están a nuestro lado. 

Muchas personas pueden encontrar a Dios en nuestro optimismo, en la sonrisa habitual, en nuestra actitud cordial. Pensemos en la alegría de la Santísima Virgen, “abierta sin reservas a la alegría de la Resurrección; sus hijos en la tierra, volviendo los ojos hacia la madre de la esperanza y madre de la gracia, la invocamos como causa de nuestra alegría” (Pablo VI).

Veremos en pascua el nacer de los treinta primeros años de la Iglesia, hasta el año 63 después de Jesucristo. Primero en Jerusalén. Expansión de la Iglesia hacia Samaría y Siria. Luego vemos con San Pablo que se extiende por todo el oriente Medio y Grecia. Los «hechos» de los apóstoles tienen un "actor" principal; ¡el Espíritu! Jesús viviente en su Iglesia.

«Supo querer». A Santo Tomás de Aquino le preguntó su hermana: «¿Qué he de hacer para alcanzar la salvación eterna?». «Querer», fue su lapidaria contestación.


Julián Escobar.


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