3 de abril de 2024
La primera aparición (Mc 16, 9) estuvo reservada para María Magdalena. El primer anuncio del acontecimiento se hizo a las mujeres. Fueron ellas, fueron unas mujeres las enviadas por Dios a predicar a los apóstoles. Hay muchas interpretaciones alegóricas, sobre esa predilección del Señor, como Eva la que lo perdió… pero otras son reales, pues ellas no le abandonaron, y Jesús mostró su predilección.
Hay como un instinto divino que mueve (cf. Rom 8,14) en una docilidad que es la esencia de la vida en Cristo. Cuando María Magdalena lloraba fuera del sepulcro, se inclina y mira adentro donde están los ángeles (cf. Jn 20,11-13) movida por la caridad de Cristo (cf 2 Cor 5,14), por el divino instinto que le empuja hacia realidades más altas, recordaba S. Tomás, siguiendo a S. Agustín y otros como San Gregorio Magno: «Llorando, pues, María se inclinó y miró en el sepulcro. Ciertamente había visto ya vacío el sepulcro, ya había publicado que se habían llevado al Señor. ¿Por qué, pues, vuelve a inclinarse y renovar el deseo de verle? Porque al que ama, no le basta haber mirado una sola vez, porque la fuerza del amor aumenta los deseos de buscar. Y, efectivamente, primero le buscó, y no le encontró; perseveró en buscarle y le encontró. Sucedió que, con la dilación, crecieron sus deseos, y creciendo, consiguió encontrarle».
Juan Bacon, que en su tiempo llegó a ser un escultor famoso, hizo que en su tumba de la Abadía de Westminster se colocara la siguiente inscripción: “Mientras yo estaba en vida, me parecía que mi carrera artística era la cosa más importante; pero ahora lo único importante es que yo fui creyente en el Señor Jesucristo”.
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