5 de abril de 2024
¿Ha resucitado verdaderamente Cristo? Nuestra Misa dominical lo proclama cada vez con verdadero vigor. Si se leen las Escrituras, ¿quién es el que nos habla, sino el mismo Jesús?... Si el que preside la asamblea nos ilustra con su predicación, ¿no es el mismo Jesús quien nos sigue abriendo la inteligencia para entender la Palabra de Dios? Si se parte el Pan, ¿no es el mismo Jesús el que va repitiendo todavía: Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre, éste soy yo?.
Aquel día, fueron tres mil los que acogieron la Palabra y se hicieron bautizar. La familia de Jesús, inicialmente compuesta por María y José, luego los Apóstoles y santas mujeres, se amplía ahora por la fe y el bautismo… Esta conversión ha de ser continua, como Rabano Mauro dice: «Todo pensamiento que nos quita la esperanza de la conversión proviene de la falta de piedad; como una pesada piedra atada a nuestro cuello, nos obliga a estar siempre con la mirada baja, hacia la tierra, y no nos permite alzar los ojos hacia el Señor».
Juan Pablo II ha escrito: «El auténtico conocimiento de Dios, Dios de la misericordia y del amor benigno, es una constante e inagotable fuente de conversión, no solamente como momentáneo acto interior, sino también como disposición estable, como estado de ánimo. Quienes llegan a conocer de este modo a Dios, quienes lo ven así, no pueden vivir sino convirtiéndose sin cesar a Él. Viven, pues, en un estado de conversión, es este estado el que traza la componente más profunda de la peregrinación de todo el hombre por la tierra en estado de viador».
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