10 de diciembre de 2024 II Semana de Adviento Martes
«Jesús no sabe matemáticas –decía Van Thuân en el retiro que dio ante Juan Pablo II, al hablar de los «defectos» de Jesús. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más». Jesús con las parábolas nos prepara para no caer en los lazos de la visión exclusivamente racional, “las matemáticas”; la meta es ser santos. Y por nos ha llamado por amor, no por nuestros méritos.
La santidad consiste en amar a Dios con todas tus fuerzas, hacerlo todo por Él, y para ello apartar lo que nos aparta de Él.
Recordemos lo que le pasó en la guerra de la antigua Yugoeslavia a un Capitán llamado O’Grady, que cayó en terreno enemigo y se escondió muy bien en la selva, estuvo una semana hasta que lo rescataron aprendiendo a sobrevivir en condiciones penosas. Aludiendo a la suerte que tuvo, luego diría: “ha sido el entrenamiento y Dios”. La certeza de que Dios nos ama es un acicate para recomenzar cada día, cada momento.
Cuentan que Aníbal en sus barcos de guerra llevaba vasos con víboras que había mandado prender a sus soldados, que cuando llegaron a luchar contra el enemigo, las lanzaron y picaron a muerte a los que se reían de aquella extravagancia del general, sin pensar en sus mortíferas mordeduras. Cuando fueron cayendo por ellas, esto causó el pánico y consiguió Aníbal la victoria.
No hay que caer en la soberbia, que hace despreciar el peligro y por imprudencia caer en el él, para luego justificarnos, no reconocer nuestros fallos, y acabar con el desánimo.
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