I Domingo de Adviento, Ciclo C

«...Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre» (Lucas 21,25-28.34-36).

Lucas nos presenta con gran fuerza dramática la angustia y miedo de unas gentes que corren enloquecidas, el estruendo ensordecedor del mar, que no se encuentra en Marcos. La Palabra creadora de Dios, que introdujo armonía, belleza y bondad, volverá a resonar encarnada, Jesús de Nazaret. Y se producirá armonía y bondad; liberación. La humanidad dejará lo malo, será la nueva creación.

Un hombre vacío de tanta banalidad busca la salvación, sin saber que antes fue Dios que puso esa esperanza en su corazón. “Adviento de un Dios que nos busca / y sale siempre a nuestro encuentro; / que sigue creyendo en los hombres / a pesar de nuestros olvidos y rechazos; / que hace nacer nuevas esperanzas / de nuestras cenizas y desilusiones; / que siempre empuja a los hombres / a crear justicia y derecho en la tierra…

Hay una brújula y una estela / que lleva a puertos de esperanza / a pesar de nuestras quiebras y naufragios. / «Se acerca vuestra liberación»: / no buscada con espadas y corazas, / sino con una cruz salvadora / que hermana a hombres de toda raza.

Adviento que nos dice quedamente: / «Levantaos, alzad la cabeza», / Dios sigue creyendo en el hombre; / el hombre puede navegar hacia Dios. / Timonel: endereza tu rumbo. / Alza la cabeza... / Alza el corazón...

Julián Escobar.


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