1 de abril de 2025
Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres curarte?». El respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina». En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar.
Santa Perpetua fue acusada de ser cristiana, encerrada en una cárcel y condenada a muerte el año 208 en Cartago. Tenía 22 años, era casada y madre de un niño. Su padre la visitó en la cárcel. Se arrodilló a sus pies, le besó las manos y con lágrimas le suplicaba que renegara de ser cristiana: “Hija, compadécete de tu padre anciano que te llevó en sus brazos cuando eras niña y que te quiere más que nada. Compadécete de tu hijo, ¿qué será de él sin ti?”. Santa Perpetua contestó a su padre: “Padre, no puedo obrar contra la voluntad de Dios”. Cuando era conducido al cadalso, el juez dejó que el anciano padre con su nieto en brazos, se acercara a santa Perpetua, el cual le pedía: “Compadécete, hija, de mí y de tu hijo”. La santa volvió a repetirlo: “No puedo obrar contra la voluntad de Dios”.
San Juan Climaco decía: “Antes afligir a los padres que a Jesucristo”.
- ¿Consideras la actitud de Santa Perpetua exagerada?
- ¿Qué harías tú en una situación parecida?
El amor de Cristo es don de Dios.—»Alma mía, decía San Agustín; ama a Jesús, de quien tanto eres amada; y tú, oh Jesús, que siempre ardes y nunca te extingues, enciéndeme en el fuego de tu amor, de tu deseo, de tu caridad, para que lleno yo de tus dones, te ame sólo a ti, mi Señor y mi hermosísimo Redentor».
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