9 de abril de 2025 Jn 8, 31-42
Un hombre va por la carretera, de un pueblo a otro, buscando trabajo. Se cruzó con él una carreta en la que iba otro hombre cantando. “¡No hay derecho a que yo vaya caminando y ese acomodado en su carreta! ¡Estoy harto de tantas desigualdades!” dijo el que iba a pie. Se paró a tomarse un café en el primer bar que encontró, y allí vio al que se había cruzado con él en la carreta. No podía moverse porque le faltaban las piernas y estaba maldiciendo: “No hay derecho a que existan estas desigualdades. Unos con las dos piernas y yo sin ninguna”. Entonces el primero que se había quejado pensó: “Soy afortunado. Tengo piernas para caminar y brazos para trabajar. No necesito carreta para moverme”.
- ¿Te sientes afortunado con lo que tienes?
- ¿Qué crees que necesitas para sentirte feliz?
San Francisco de Asís, al principio de su conversión vio en un éxtasis espadas, lanzas, escudos y otras armas riquísimas, señaladas todas con la cruz, y oyó una, voz, que le decía: «Animo, Francisco, toma las armas y camina a la sombra del estandarte de la cruz». Creyó que era invitado a la cruzada de tierra santa y tomó las armas, para agregarse a los que estaban para partir; pero de nuevo oyó otra voz que le dijo: «¿Es acaso mejor seguir a un rey terreno que al Rey de la gloria?» Entonces entendió que debía imitar perfectamente a Jesucristo.
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