7 de junio de 2025.

Jn 21,20-25. Éste es el discípulo que da testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero.

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Almohada de mis vigilias, de mi ingenuidad, de mis debilidades e insomnios, despierta Tú mi espíritu en esta noche. Alumbra Tú mi amanecer con el arrebol de tu presencia para que siempre abunde en claridad y tu fulgor apague todas mis sombras.

Fue el niño Tarsicio, que sucumbió en la persecución de Valerio el 15 de agosto de 257, apaleado y apedreado hasta exhalar el último suspiro. Según se deduce de las actas de San Esteban Papa, el muchacho pertenecía a la clerecía del título de San Calixto y circulaba con frecuencia entre Roma y la vía Apia. Llevaba aquel día, como acólito, según la costumbre de la época de persecución, la sagrada comunión, ocultos bajo sus vestidos, a los presos de la cárcel Mamertina. Un grupo de soldados que custodiaba la entrada de las Catacumbas le apresó y le reclamó lo que llevaba en el pecho. El niño rehusó hacer traición a su fe y dijo: 'No quiero dar a los perros rabiosos las sagradas formas'. La bárbara soldadesca lo maltrató hasta matarlo. El cadáver, recogido allí mismo, fue depositado en el cementerio de San Calixto.

El papa San Dámaso dedicó al mártir uno de sus poéticos epitafios: 'Cuando Tarsicio llevaba la hostia de Cristo, una turba desenfrenada intentó profanarla. Pero él prefirió exhalar su vida bajo los golpes antes de entregar como presa a los rabiosos perros los miembros celestes'

¿Defiendes tu fe ante quien sea?

¿Crees firmemente que Cristo está en el Pan Eucarístico?

Julián Escobar.


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